La seguridad alimentaria, en la agenda mundial y nacional | Land Portal

 

Por : Ricardo Lorenzetti​

Las urgencias cotidianas no deberían impedirnos enfrentar seriamente los desafíos del siglo XXI con políticas públicas y normas jurídicas que puedan aportar soluciones, antes de que sea una tragedia.

Naciones Unidas promueve un proyecto conjunto entre el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), con la finalidad de redactar principios jurídicos para mejorar la cadena alimentaria y el desarrollo agrícola a nivel global.

Me ha tocado dirigir ese proyecto donde participan juristas de todo el mundo.

¿Por qué razón estas organizaciones se enfocan en este tema?, ¿cuál es la importancia? La seguridad alimentaria se ha transformado en un tema de agenda porque la elaboración de los alimentos tiene una influencia directa sobre la salud y, a su vez, los cambios que se proponen, impactan sobre la manera en que se organizan los productores, sus costos, las cadenas globales de aprovisionamiento y las regulaciones nacionales e internacionales.

El modo en que nos alimentamos los humanos se ha convertido en un asunto importante en todo el Planeta. La carne o las verduras o la pasta que consumimos, se transforma en nuestra piel, nuestra sangre, o nuestros órganos. Las personas son cada vez más conscientes de este fenómeno y hay una revolución alimentaria, en la medida en que los ingresos económicos lo permiten.

Las empresas prestan atención a estos cambios de costumbres que obligan a cambiar la producción, distribución, y comercialización de productos. Los gobiernos también tienen interés porque impacta en la salud, en los sistemas sanitarios y tiene relevancia social, económica. Estos aspectos parecen muy obvios, pero no ha sido así en los últimos años. La producción masiva de alimentos ha provocado distorsiones.

Los peces, los cerdos, los pollos, los vacunos son alimentados artificialmente a los fines de lograr economías de escala. En muchos casos, no se logra respetar parámetros mínimos de cuidado y los peces, los cerdos, los pollos y los vacunos se pueden volver tóxicos causando enfermedades. Cada vez se presta más atención a este aspecto, como lo prueban también la cantidad de documentales que se van difundiendo (ej. Rotten; Cowspiracy, Seaspiracy) y literatura científica de todo tipo.

Las verduras, las frutas, los granos tienen cada vez más agregados, o modificaciones genéticas, o productos químicos lanzados sobre el campo. Los alimentos elaborados son, justamente, un producto industrial y contienen grasas saturadas, o combinaciones cuyos efectos finales no son muy conocidos.

Es claro que tenemos un problema importante que no sólo tiene efectos sobre la salud humana, sino también sobre la salud de la naturaleza. El impacto ambiental está comprobado. La deforestación para lograr el monocultivo, la emisión de gases con efecto invernadero y muchos otros aspectos colaterales es preocupante.

Todos estos temas transforman la visión que tenemos sobre la alimentación. Cuanto mayor es la información difundida, menor es la confianza del consumidor. En este punto interviene la publicidad inductiva, porque promueve el consumo de alimentos que son buenos para la salud. Es cada vez más frecuente escuchar o ver avisos, generalmente apoyados en dictámenes de médicos, universidades o científicos, que dicen que consumir tal o cual alimento es bueno o malo para el bienestar.

La frontera entre el alimento y el fármaco se hace borrosa y todo aquel que tiene el dinero suficiente, compra alimentos teniendo en cuenta si puede curar o enfermar. Pero la publicidad también puede ser engañosa o bien ocultar información como ha ocurrido con el tabaco durante sesenta años.

Esta breve descripción es suficiente para revelar que estamos en presencia de un problema importante que requiere un enfoque multidisciplinario y sistémico.

La relación con los consumidores requiere aumentar la información confiable. Una persona que desea comprar un alimento no está en condiciones de averiguar todo lo necesario para saber si es seguro, y si lo hiciera, estaría todo el tiempo investigando antes de comer.

Los denominados “costos de transacción” son muy altos y se termina confiando en la apariencia. Por eso es relevante la regulación de la publicidad, la información, los controles de calidad, la aprobación por parte de agencias especializadas que sean capaces de seguir la evolución del alimento en el mercado.

Los alimentos saludables son más caros, lo que actúa como una información de que se ha invertido en calidad.

El efecto adverso es que excluyen del mercado a quienes no pueden pagarlo, lo que genera un problema muy difícil que requiere un diseño jurídico y económico destinado a bajar costos y precios.

En la medida de que aumentan los requerimientos de calidad, también suben los costos de producción. En este contexto está amenazada la supervivencia de pequeños y medianos productores en numerosas regiones del mundo porque no pueden resistir las cadenas globales que los terminan absorbiendo, y se necesitan modelos normativos para establecer vínculos de cooperación.

El proyecto mencionado se enfoca en temas jurídicos. Pretende desarrollar principios de contratos adecuados para ayudar a resolver estos problemas. Se contemplan las nuevas exigencias regulatorias en distintos países; los escenarios de tecnologías innovadoras; mejorar el acceso al mercado, incrementar la cooperación entre los integrantes de las cadenas de producción, distribución y venta. También se tratará el problema de los incentivos para lograr mercados más eficientes e inclusivos.

Las urgencias cotidianas no deberían impedirnos enfrentar seriamente estos verdaderos desafíos del siglo XXI con políticas públicas y con normas jurídicas que puedan aportar soluciones antes de que sea una tragedia.

 

Publicado en la página : Clarìn opinion 

 

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